sábado, 17 de octubre de 2009

En Occidente, en Abenland, en la Tierra del Ocaso.

Por: Carlos Jiménez. (+)


¿Estamos abocados al ocaso definitivo de la sociedad del automóvil? El vehículo totémico que hasta ahora satisfacía como ningún otro, tanto nuestras necesidades de desplazamiento como nuestras fantasías de dominio y de poder ¿está condenado por fin a desaparecer? La inminencia de un cambio climático catastrófico así como los anuncios cada vez más claros de fin de la época del petróleo barato parecen sentenciarlo: ese producto típico de la sociedad industrial no sobrevivirá al colapso de un paradigma productivo que derrocha tanto la energía como unos recursos naturales que hoy sentimos limitados y por lo mismo escasos. La caída actual de los precios del petróleo es engañosa porque es el resultado pasajero de una crisis inevitablemente pasajera. Cuando la economía real se reactive e inicie un nuevo ciclo expansivo todavía más potente que el anterior, regresará la certeza de que el petróleo es un bien escaso cuyo precio acompañará inevitablemente en su escalada el nuevo crecimiento económico. E incluso si el coche mixto o de motor eléctrico sustituyera definitivamente al de motor de gasolina, el previsible incremento de la oferta y la demanda automovilística, con su secuela de mas calles, vías, carreteras, autovías, autopistas, plazas de garaje, playas de estacionamiento, estaciones de servicio, fábricas, talleres, almacenes y depósitos de chatarra supondrá una presión insostenible sobre nuestros ya muy menguados espacios naturales. La mutua y delicada interdependencia entre los múltiples sistemas ecológicos que permiten y garantizan la vida en el planeta difícilmente va a soportar que la agreda todavía más de lo que ya lo ha hecho la proliferación incontrolada de las superficies de asfalto y cemento dedicadas a la circulación ininterrumpida de automóviles. Si Julio Cortazar dio forma a una de las pesadillas características de la galaxia Gutemberg imaginando un nuevo diluvio universal causado por el desbordamiento de los mares y los ríos debido a los ingentes vertidos de papel impreso en los mismos, podemos apoyarnos igualmente en otra de sus invenciones literarias para representarnos el fin del mundo como una red infinita de autopistas definitivamente atascadas y en la que todos quedaremos atrapados sin remedio. El infarto final, irreversible, apocalíptico.

La pintora Mareta Espinosa se ha hecho cargo de estas inquietantes premoniciones. Y para lograrlo ha puesto su ojo virtuosamente instruido por la pintura en esos cementerios que todavía funcionan como eslabones de la cadena que permite reciclar las ruedas usadas para retroalimentar el sistema entero de la industria automotriz. Mareta Espinosa ha preferido asumir sin embargo que esos vertederos, esos amontonamientos informes, son los heraldos y la forma anticipada de las ruinas de la sociedad del automóvil, aunque aun no esté consumada y aunque ellos mismos no ostenten aún la dignidad de las ruinas ilustres a las que concedemos el privilegiado estatuto de testigos mudos de la Historia. Así, con mayúsculas.
Estas aglomeraciones de despojos irrelevantes ya ostentan, en cambio, el esquivo atractivo de las cosas rotas y abandonadas, suspendidas para siempre en el presente irresoluble del desamparo. Contando con esas ruedas desdichadas e igualmente con su actual desamparo y su destino elegíaco y con unas formas de dejadez de las mismas que de golpe sorprenden, Mareta Espinosa está componiendo actualmente una serie de cuadros muy intensos y hermosos, en los que dichas ruedas ejercen un protagonismo a la vez central y elusivo. El protagonismo de lo que es tanto la referencia central e ineludible de cada pintura como el motivo recurrente de unos lied visuales animados por un vigoroso ritornelo que va y vuelve sobre la tela pintada girando sobre sí mismo, como jamás las ruedas han girado sobre si mismas ni podrán hacerlo. ´ Mágico ´ es el calificativo que mejor puede utilizarse para calificar la insólita transformación que experimenta las ruedas abandonadas en los cuadros de Mareta Espinosa.



(+) Carlos Jiménez. Historiador y crítico de arte. Profesor de la Universidad Europea de Madrid.

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