Mas arte y menos artistas. mareta espinosa
domingo, 3 de abril de 2011
Simón Arriaga
La exposición actual es muy interesante: cuadros de neumáticos apilados o abandonados sin consuelo, algunos de enorme formato, otros de tamaño medio y algunos verdaderamente diminutos.... Generan todos ellos un tipo de sensación que no me es en absoluto desconocida: la del abandono de lo que ha sido tristemente útil, descuidadamente imprescindible. Esos objetos que se convierten en un reflejo de lo que al cabo para muchos resultaremos ser. Hay una poesía en ese material plástico que me recuerda a mi padre, a sus batidas por el antiguo rastro de Madrid para encontrar entre la chatarra objetos para él preciados, a sus negociaciones en los pueblos del sur para rescatar un cántaro viejo de entre un montón de otras cosas, y las expediciones de las que me hizo cómplice, con una extraña mezcla de vergüenza y orgullo por mi parte, en las casas que al mismo día siguiente iban a ser derribadas y reducidas a polvo. Me preguntaba anoche de regreso en el coche si él hubiera comprendido que mi trabajo con las palabras no es en el fondo tan diferente del suyo, si podría entender si estuviera aún vivo, que mis libros de poemas son mi casa construida, con premeditación, esfuerzo, energía humana y animal, con toda mi inteligencia disponible, con todos mis recursos, con todas mis carencias. Y que también ahora por fin comprendo que esta casa que habito y habitas y que él construyó fue obra de arte, su libro de poesía. El libro de un náufrago superviviente genial con una decisión enorme por imponerse dentro de la vida. Una vida que terminó a la misma edad que yo tengo ahora".
Simón Arriaga
jueves, 3 de marzo de 2011
Pneuma
Toda la cultura occidental se alimenta de la idea de que el principio vital es el aliento. Todavía seguimos dando ánimo a los deportistas y diciendo de un moribundo que “exhaló”, queriendo significar que perdió la vida, como si el hálito o el aliento fuesen su verdadero soplo vital. La relación directa entre la respiración y la vida estableció en la tradición antigua la convicción de que el principio vital tenía que ser necesariamente algo “espiritual”. Pero, lo mismo que “spiritus” no era en realidad más que la respiración, el “animus”, que da lugar tanto a nuestro “ánimo” como a nuestra “alma” no significaba otra cosa diferente que el “aliento”. La propia palabra griega con la que se designaba el alma (psiqué) no es en realidad más que un soplo, de modo que finalmente toda psicología debería ser en realidad una pneumatología. Servirse entonces de la imagen del pneumático para ejemplificar el destino de la vida contemporánea puede no ser solamente una metáfora.
Mareta Espinosa ha pintado una soberbia serie de neumáticos abandonados en un vertedero. Los neumáticos aparecen en sus cuadros como cuerpos despojados, como cadáveres hediondos, abiertos por su centro. Imagen del despojo y del abandono, pero imagen también de la condición humana. Cuerpos sin vida –sin alma–, acumulación de cadáveres y restos, imagen y sombra de nosotros mismos.
Puede que la visión del vertedero suscite en nosotros la melancolía por las patologías de la Modernidad. El destino del consumo compulsivo y la destrucción medioambiental parecen encontrar allí su moraleja final. Frente a las seducciones de la publicidad y los escaparates de la producción, el vertedero ejemplifica el resultado objetual de la fascinación consumista. Sin embargo, la dignidad moral que Mareta Espinosa le otorga a sus imágenes, convierte estos despojos arrojados en emblemas de la propia condición humana. Sus apilamientos de neumáticos nos hacen recordar aquel cúmulo de ruinas de la historia que contemplaba con estupor el ángelus novus de Paul Klee, según la bellísima lectura de Walter Benjamin.
Si el arte contemporáneo no puede ya proporcionarnos consuelo ni gratificación puede y debe al menos seguir convocando la imagen de la desolación y la derrota, no para mostrar que no hay redención ni salvación posibles, sino para recordarnos la tormentosa verdad que debe seguir sacudiendo a nuestro tiempo: la del fracaso en la realización racional de una sociedad igualitaria, libre y justa.
Carentes de vida, sin pneuma y sin alma de ningún tipo, los neumáticos arrojados y amontonados en el vertedero, ejemplifican entonces en su desolación el signo dramático de nuestro tiempo. Sólo siendo fieles a la amarga realidad de este fracaso podemos acariciar todavía la esperanza en la posibilidad de una humanidad reconciliada. Tal vez se trate de un nuevo mesianismo, pero estos cuerpos yacentes aquí, sin vida, esperan también un día ser resucitados.
Miguel Cereceda
jueves, 17 de febrero de 2011
El Cementerio de los Imprescindibles
Desde 2009 mi trabajo se ha visto inmerso en los cementerios de neumáticos, donde las ruedas usadas de todo tipo de vehículos, esperan a la cadena de reciclado que les permitirán seguir siendo parte de la idea para la que fueron concebidas. El trayecto, el viaje, el traslado a cualquier otra parte.
En cada rueda se vislumbra una vida diferente, el neumático desgastado por cientos de kilómetros que seguramente han servido en muchas ocasiones para ir desde un domicilio a una oficina y deshaciendo la rutina a algún que otro viaje soñado y porqué no, también alguna ilusión fallida. La historia de sus ocupantes al emprender un viaje de negocios, de placer, el viaje soñado hacia un lugar distinto al propio y que les llevará a cualquier otra parte.
En los neumáticos usados puedo evocar aquello que transportaron, la rutina por una parte, las ilusiones por otra y ahora convertidos, con la sobriedad de su color, en la amalgama de esperanzas que habrán de realizar durante la vida útil que de nuevo les aguarda. La rueda de la vida vuelve a girar, a rodar a cualquier otra parte.
Mareta Espinosa
sábado, 17 de octubre de 2009
En Occidente, en Abenland, en la Tierra del Ocaso.
Por: Carlos Jiménez. (+)
¿Estamos abocados al ocaso definitivo de la sociedad del automóvil? El vehículo totémico que hasta ahora satisfacía como ningún otro, tanto nuestras necesidades de desplazamiento como nuestras fantasías de dominio y de poder ¿está condenado por fin a desaparecer? La inminencia de un cambio climático catastrófico así como los anuncios cada vez más claros de fin de la época del petróleo barato parecen sentenciarlo: ese producto típico de la sociedad industrial no sobrevivirá al colapso de un paradigma productivo que derrocha tanto la energía como unos recursos naturales que hoy sentimos limitados y por lo mismo escasos. La caída actual de los precios del petróleo es engañosa porque es el resultado pasajero de una crisis inevitablemente pasajera. Cuando la economía real se reactive e inicie un nuevo ciclo expansivo todavía más potente que el anterior, regresará la certeza de que el petróleo es un bien escaso cuyo precio acompañará inevitablemente en su escalada el nuevo crecimiento económico. E incluso si el coche mixto o de motor eléctrico sustituyera definitivamente al de motor de gasolina, el previsible incremento de la oferta y la demanda automovilística, con su secuela de mas calles, vías, carreteras, autovías, autopistas, plazas de garaje, playas de estacionamiento, estaciones de servicio, fábricas, talleres, almacenes y depósitos de chatarra supondrá una presión insostenible sobre nuestros ya muy menguados espacios naturales. La mutua y delicada interdependencia entre los múltiples sistemas ecológicos que permiten y garantizan la vida en el planeta difícilmente va a soportar que la agreda todavía más de lo que ya lo ha hecho la proliferación incontrolada de las superficies de asfalto y cemento dedicadas a la circulación ininterrumpida de automóviles. Si Julio Cortazar dio forma a una de las pesadillas características de la galaxia Gutemberg imaginando un nuevo diluvio universal causado por el desbordamiento de los mares y los ríos debido a los ingentes vertidos de papel impreso en los mismos, podemos apoyarnos igualmente en otra de sus invenciones literarias para representarnos el fin del mundo como una red infinita de autopistas definitivamente atascadas y en la que todos quedaremos atrapados sin remedio. El infarto final, irreversible, apocalíptico.
La pintora Mareta Espinosa se ha hecho cargo de estas inquietantes premoniciones. Y para lograrlo ha puesto su ojo virtuosamente instruido por la pintura en esos cementerios que todavía funcionan como eslabones de la cadena que permite reciclar las ruedas usadas para retroalimentar el sistema entero de la industria automotriz. Mareta Espinosa ha preferido asumir sin embargo que esos vertederos, esos amontonamientos informes, son los heraldos y la forma anticipada de las ruinas de la sociedad del automóvil, aunque aun no esté consumada y aunque ellos mismos no ostenten aún la dignidad de las ruinas ilustres a las que concedemos el privilegiado estatuto de testigos mudos de la Historia. Así, con mayúsculas.
Estas aglomeraciones de despojos irrelevantes ya ostentan, en cambio, el esquivo atractivo de las cosas rotas y abandonadas, suspendidas para siempre en el presente irresoluble del desamparo. Contando con esas ruedas desdichadas e igualmente con su actual desamparo y su destino elegíaco y con unas formas de dejadez de las mismas que de golpe sorprenden, Mareta Espinosa está componiendo actualmente una serie de cuadros muy intensos y hermosos, en los que dichas ruedas ejercen un protagonismo a la vez central y elusivo. El protagonismo de lo que es tanto la referencia central e ineludible de cada pintura como el motivo recurrente de unos lied visuales animados por un vigoroso ritornelo que va y vuelve sobre la tela pintada girando sobre sí mismo, como jamás las ruedas han girado sobre si mismas ni podrán hacerlo. ´ Mágico ´ es el calificativo que mejor puede utilizarse para calificar la insólita transformación que experimenta las ruedas abandonadas en los cuadros de Mareta Espinosa.
(+) Carlos Jiménez. Historiador y crítico de arte. Profesor de la Universidad Europea de Madrid.
¿Estamos abocados al ocaso definitivo de la sociedad del automóvil? El vehículo totémico que hasta ahora satisfacía como ningún otro, tanto nuestras necesidades de desplazamiento como nuestras fantasías de dominio y de poder ¿está condenado por fin a desaparecer? La inminencia de un cambio climático catastrófico así como los anuncios cada vez más claros de fin de la época del petróleo barato parecen sentenciarlo: ese producto típico de la sociedad industrial no sobrevivirá al colapso de un paradigma productivo que derrocha tanto la energía como unos recursos naturales que hoy sentimos limitados y por lo mismo escasos. La caída actual de los precios del petróleo es engañosa porque es el resultado pasajero de una crisis inevitablemente pasajera. Cuando la economía real se reactive e inicie un nuevo ciclo expansivo todavía más potente que el anterior, regresará la certeza de que el petróleo es un bien escaso cuyo precio acompañará inevitablemente en su escalada el nuevo crecimiento económico. E incluso si el coche mixto o de motor eléctrico sustituyera definitivamente al de motor de gasolina, el previsible incremento de la oferta y la demanda automovilística, con su secuela de mas calles, vías, carreteras, autovías, autopistas, plazas de garaje, playas de estacionamiento, estaciones de servicio, fábricas, talleres, almacenes y depósitos de chatarra supondrá una presión insostenible sobre nuestros ya muy menguados espacios naturales. La mutua y delicada interdependencia entre los múltiples sistemas ecológicos que permiten y garantizan la vida en el planeta difícilmente va a soportar que la agreda todavía más de lo que ya lo ha hecho la proliferación incontrolada de las superficies de asfalto y cemento dedicadas a la circulación ininterrumpida de automóviles. Si Julio Cortazar dio forma a una de las pesadillas características de la galaxia Gutemberg imaginando un nuevo diluvio universal causado por el desbordamiento de los mares y los ríos debido a los ingentes vertidos de papel impreso en los mismos, podemos apoyarnos igualmente en otra de sus invenciones literarias para representarnos el fin del mundo como una red infinita de autopistas definitivamente atascadas y en la que todos quedaremos atrapados sin remedio. El infarto final, irreversible, apocalíptico.
La pintora Mareta Espinosa se ha hecho cargo de estas inquietantes premoniciones. Y para lograrlo ha puesto su ojo virtuosamente instruido por la pintura en esos cementerios que todavía funcionan como eslabones de la cadena que permite reciclar las ruedas usadas para retroalimentar el sistema entero de la industria automotriz. Mareta Espinosa ha preferido asumir sin embargo que esos vertederos, esos amontonamientos informes, son los heraldos y la forma anticipada de las ruinas de la sociedad del automóvil, aunque aun no esté consumada y aunque ellos mismos no ostenten aún la dignidad de las ruinas ilustres a las que concedemos el privilegiado estatuto de testigos mudos de la Historia. Así, con mayúsculas.
Estas aglomeraciones de despojos irrelevantes ya ostentan, en cambio, el esquivo atractivo de las cosas rotas y abandonadas, suspendidas para siempre en el presente irresoluble del desamparo. Contando con esas ruedas desdichadas e igualmente con su actual desamparo y su destino elegíaco y con unas formas de dejadez de las mismas que de golpe sorprenden, Mareta Espinosa está componiendo actualmente una serie de cuadros muy intensos y hermosos, en los que dichas ruedas ejercen un protagonismo a la vez central y elusivo. El protagonismo de lo que es tanto la referencia central e ineludible de cada pintura como el motivo recurrente de unos lied visuales animados por un vigoroso ritornelo que va y vuelve sobre la tela pintada girando sobre sí mismo, como jamás las ruedas han girado sobre si mismas ni podrán hacerlo. ´ Mágico ´ es el calificativo que mejor puede utilizarse para calificar la insólita transformación que experimenta las ruedas abandonadas en los cuadros de Mareta Espinosa.
(+) Carlos Jiménez. Historiador y crítico de arte. Profesor de la Universidad Europea de Madrid.
jueves, 23 de abril de 2009
Memoria liquida
Hoy, el día de San Jordi, entre tantas entrevistas oídas en la radio a escritores que firmaban libros en las Ramblas escuché a un no autor el termino memoria liquida que consiste en no retener datos, fechas y demás números, sino solo discurso y teoría. Me hizo gracia el termino y me sentí identificada ya que el problema de mi memoria liquida es el motivo de este blog para ir almacenando datos y referencias sobre mi trabajo y así no perderlas.
miércoles, 22 de abril de 2009
Freddy, Milano Pzza Duomo
http://www.youtube.com/watch?v=rHEoGeGLQRY
Impresionantes estos tres videos que están proyectando en estos días en el escaparate de la tienda Freddy frente al Duomo de Milán. Pertenecen a la campaña publicitaria de la tienda, sponsor de Beijing 08. Me parece interesante como ha impactado en los publicistas el trabajo de Peter Fischli y David Weiss , el video que hablaba en la entrada del 18 de marzo, e imagino que después de la exposición que tendrá lugar en el Museo Reina Sofía de Madrid a partir del 1 de Mayo seguiré encontrando muchas más referencias.
Impresionantes estos tres videos que están proyectando en estos días en el escaparate de la tienda Freddy frente al Duomo de Milán. Pertenecen a la campaña publicitaria de la tienda, sponsor de Beijing 08. Me parece interesante como ha impactado en los publicistas el trabajo de Peter Fischli y David Weiss , el video que hablaba en la entrada del 18 de marzo, e imagino que después de la exposición que tendrá lugar en el Museo Reina Sofía de Madrid a partir del 1 de Mayo seguiré encontrando muchas más referencias.
lunes, 20 de abril de 2009
Prometeo Gallery di Ida Pisani
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