domingo, 3 de abril de 2011

Simón Arriaga


La exposición actual es muy interesante: cuadros de neumáticos apilados o abandonados sin consuelo, algunos de enorme formato, otros de tamaño medio y algunos verdaderamente diminutos.... Generan todos ellos un tipo de sensación que no me es en absoluto desconocida: la del abandono de lo que ha sido tristemente útil, descuidadamente imprescindible. Esos objetos que se convierten en un reflejo de lo que al cabo para muchos resultaremos ser. Hay una poesía en ese material plástico que me recuerda a mi padre, a sus batidas por el antiguo rastro de Madrid para encontrar entre la chatarra objetos para él preciados, a sus negociaciones en los pueblos del sur para rescatar un cántaro viejo de entre un montón de otras cosas, y las expediciones de las que me hizo cómplice, con una extraña mezcla de vergüenza y orgullo por mi parte, en las casas que al mismo día siguiente iban a ser derribadas y reducidas a polvo. Me preguntaba anoche de regreso en el coche si él hubiera comprendido que mi trabajo con las palabras no es en el fondo tan diferente del suyo, si podría entender si estuviera aún vivo, que mis libros de poemas son mi casa construida, con premeditación, esfuerzo, energía humana y animal, con toda mi inteligencia disponible, con todos mis recursos, con todas mis carencias. Y que también ahora por fin comprendo que esta casa que habito y habitas y que él construyó fue obra de arte, su libro de poesía. El libro de un náufrago superviviente genial con una decisión enorme por imponerse dentro de la vida. Una vida que terminó a la misma edad que yo tengo ahora".
Simón Arriaga